NUNCA DIGAS ¿CÓMO ESTÁS? El arte de iniciar una conversación.

NUNCA DIGAS ¿CÓMO ESTÁS? El arte de iniciar una conversación.

Francisco García Pimentel 

@franciscogpr


De pronto, cuando estaban a punto de cerrarse las puertas del elevador, una mano las detiene. Ramón, de contabilidad, entra y, mirándose mutuamente, se sonríen. 

“¿Ahora de qué diablos voy a hablar?” te preguntas, mientras tus manos comienzan a sudar. 

¿En la boda de tu prima te sentaron en una mesa con desconocidos? 

¿Te dejaron platicando con tu primo tercero –el hijo de la Güera- en el bautizo?

¿Te tocó compartir elevador o pasillo con uno de los directores de tu empresa?

¿Por fin te dio cita el cliente, pero la conversación no arranca? 

Para miles de personas en el planeta (me incluyo) hacer conversación con una persona que no conocemos o en un entorno inesperado (en inglés: small talk o chit chat) puede convertirse pronto en una situación incómoda, estresante y, probablemente desastrosa.

Te voy a dar un tip: nunca empieces con “¿Cómo estás?”, ni con ninguna de sus variantes: “¿Qué onda? ¿Qué pasa? ¿Cómo has estado? ¿Todo bien?”. Es una frase absolutamente inútil en el entorno de la comunicación: tú no esperas respuesta y ellos no van a dártela. La única respuesta posible es otro rollo falto de contenido “¡Bien, aquí, llevándola!... y tú ¿qué tal?”

El ciclo absurdo de una conversación no existente, incómoda e insincera. En pocas palabras, es una oportunidad perdida.

¿Entonces, qué hacer? Antes de llegar al SÍ, te daremos algunos NO.

NO: EL REPORTE DEL TIEMPO.

Otra salida muy solicitada es la de la conversación sobre cosas evidentes o no importantes, que siguen sin aportar absolutamente nada. Son comentarios vacíos e indeterminados diseñados únicamente para llenar el espacio y reducir la incomodidad. En ambos objetivos fallan miserablemente.

  • “¿Cómo que va a llover, verdad?”
  • “¿Cómo van esas Chivas?, siempre lo mismo, caramba…”
  • “Ya casi viernes ¿eh? Ya casi….”
  • “No, ‘pos está difícil, está difícil…”
  • “Aquí chambeándole…”

Por supuesto, no siempre tenemos un tema en común  o conocimiento previo de la persona que tenemos en frente, y parece una opción “segura” hablar del clima, como los británicos, para no llevar la conversación adelante. Pero el resultado es el mismo: silencios incómodos.


NO: TEMAS INCENDIARIOS.


Esto no significa que tengas que llevar a cabo la conversación más profunda de tu vida o hablar de temas complejísimos y densos cada vez que te cruzas con alguien en la cafetería. Es solo una conversación, no la inquisición. Evita temas que puedan ser controversiales o de mal gusto: política, religión, sexo.

  • “Están locos esos diputados, ¿verdad?”
  • “¿Ya vio a la nueva de Recursos Humanos? Muy Guapa…”
  • “Esos de la marcha campesina, ya ni la amuelan…”
  • “¡Ya salió Trump con sus ocurrencias!”

No solamente pueden resultar ofensivas, en caso de que la persona no esté de acuerdo, sino que esto puede resultar en una enemistad innecesaria o una conversación muy desagradable. Recuerda que no todos piensan como tú, ni tendrían por qué hacerlo.  Sobre todo, piensa si verdaderamente esos son los temas que quieres poner en la conversación. Si son solo relleno… ¿para qué mencionarlos?


NO: COMENTARIOS INVASIVOS.

No todas las personas tienen el mismo tipo de humor y de gusto; ten mucho cuidado con los comentarios personales que puedan resultar invasivos, incómodos o hasta ofensivos. 

¿Comentarios sobre el peso o la edad? ¡Ni de broma! Guarda estos para las personas con las que tengas mucha confianza previa. No asumas cosas de las que no tienes certeza. Por ejemplo, si un hombre mayor se acerca con una joven, no asumas “¡Qué grande está su hija, Licenciado!” No vaya a ser que conteste: “No es mi hija, es mi esposa”, o algo por el estilo. Simplemente preséntate, y deja que ellos se presenten antes de que metas las cuatro patas.


NO: TRATES DE ESCAPAR.

Es sencillo tratar de evitar la conversación a toda costa; concentrarte en tu teléfono y hacer como que la otra persona no existe; mirar al infinito o hacer una llamada falsa. 

Pero ¿de qué estás huyendo, en realidad? Si te cuesta trabajo empezar una conversación, aquí hay algunos tips, y es algo en lo que puedes mejorar. En la realidad; en la vida y en los negocios, las conversaciones son los vehículos en donde se crean las relaciones; y las relaciones abren cualquier cantidad de puertas a lugares inesperados; no solo de negocios, sino profesionales y personales. Vale la pena tener esa conversación.

De hecho, el clásico “¿Cómo estás?” suele ser un escape instantáneo: es una señal que damos y que indica que queremos que esa conversación se acabe de inmediato. ¿Estás enviando la señal adecuada?

Pero llego la hora de los SÍ: de las cosas que puedas hacer para iniciar una gran conversación.


SÍ: PON ATENCIÓN.

Digamos que estás en la oficina de un cliente, o del director de tu empresa. ¡Abre los ojos! Quizás hay algunas fotografías, diplomas, adornos o libros visibles que puedan ser la base para un inicio prometedor.

  • “Veo que estudiaste en Madrid ¿Cuál fue tu experiencia?”
  • “Ese cuadro es espectacular ¿es de algún artista conocido?”

Ojo: no utilices la conexión para hablar de ti, sino que permite que las personas hablen de ellos. Por ejemplo, no digas:

  • “Veo que tiene una foto en París. Yo fui a París el año pasado y lo que más me gustó fue el museo del Louvre. Aunque un poco caro, eso sí…. Bla bla bla. “

Mejor di:

  • ¡Qué buena foto en Paris! ¿Hace cuánto estuvo allí?

De esa manera, permites que la persona tome las riendas y hable de sí misma. Entre tanto, tú mantén una atención con escucha activa, y continúa la conversación. Nada es más desesperante que hablar cuando el otro no está escuchando.

Para ello…

SÍ: HAZ MUCHAS PREGUNTAS.

La clave de la conversación es esta: haz muchas preguntas. (No lo digo yo, lo dice Harvard) a las personas les gusta mucho hablar de sí mismos; de las cosas que les gustan y les interesan.

Como regla general: en cualquier conversación asegúrate de hablar un máximo del 30% del tiempo, y dejar que otros hablen el resto. Haz preguntas inteligentes y dirigidas, dependiendo del lugar y la persona; que no sean invasivas ni personales (no preguntes sobre fallecimientos, divorcios o cosas incómodas), ni tampoco preguntas cerradas (que se contestan con un SÍ o un NO, o un BIEN a secas). 

Haz preguntas: amables, positivas y abiertas, por ejemplo:

  • Sé que te mudaste hace poco ¿qué ha sido lo más difícil de esta ciudad?
  • ¿Cuál es tu mayor reto para esta semana?
  • ¿Qué planeas hacer en vacaciones?

Nota que todas son preguntas que cumplen con la regla: son abiertas, amables y positivas: invitan a la otra persona a parar por un segundo; poner atención a la pregunta; pensar y responder algo que para ellos será importante.

Todas las personas agradecen tener alguien que les escuche. Una vez hecha la pregunta.

  • ¡Escucha atentamente!
  • ¡No interrumpas!
  • ¡No “ganes” con una historia mejor!
  • ¡No la dejes a la mitad!
  • ¡No te distraigas con tu teléfono!

En cambio, si es posible, haz nuevas preguntas que profundicen y vayan mejorando la relación. Si el elevador ha llegado a su destino y es hora de despedirse, termina con una nota en alto, y que esté relacionada con lo que acabas de escuchar:

  • “¡Suerte con la nueva escuela!”
  • “¡Estoy seguro que lo vas a lograr!”
  • “¡Qué interesante, ojalá luego me platiques más!”

Tratándose de primeras conversaciones o pequeños encuentros, deja que la otra persona se lleve toda la atención y el interés. Las harás sentirse bien consigo mismas, y como resultado, buscarán tu compañía y consejo más a menudo.

Aunque parezca contradictorio, recuerda que el mejor conversador es el que menos habla. ¡Ponlo en práctica hoy mismo!

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